17-7-15

Quietud

Anclamos las velas del barco en un arenal. El arenal el casco, la mar el cielo (o al menos esto es lo que nos proponíamos). ¿Y cómo negar que nos sentíamos argonautas?

Zarpamos la quietud. El arte de nuestra navegación consistía en mantener la arboladura fija y en pie sobre el arenal. El barco no se desplazaba una pulgada del suelo de arena, pero el gobierno del barco se complicaba, pues no yendo, no desplazándose sobre la arena, gobernarlo sin movimiento, con la arboladura al viento, con las velas desplegadas, no requería destreza alguna. Como no arribábamos a ningún sitio, arbitramos un tiempo que contaba las jornadas náuticas, sin que a todo esto el barco se moviera ni un punto sobre la arena del suelo. La quietud en movimiento se convirtió en nuestro arte, otro arte de la navegación. El movimiento sin espacio, el tiempo sin movimiento, esa era nuestra tarea. La marinería sin mares, los mares sin agua, las aguas de arena.

EB.