Paul Gauguin, sí

Vivir al descubierto una peripecia vital como la que sufre Paul Gauguin tirado por su deseo, es algo que este factotum de la crítica del arte actual no estaba en condiciones de entender. Pero es la ideología dominante del discurso capitalista la que le ha dado las herramientas para BORRAR lo que activamente se des-entiende. Quedará sin resolver por qué no lo puede soportar, qué parte corresponde a lo indecible y que otra parte “a lo que hemos decidido los expertos que no va a decirse”. Sea como sea, la legitimidad de ese insoportable, de ese punto ciego subjetivo, que resulta en un no a Gauguin, queda reconocida en esta reivindicación que proclama SÍ a Gauguin.

Lo que no es legítimo y aquí no se reconoce — porque secuestra las lecturas de la obra de Gauguin — es elevar ese no entendimiento, ese cierre, a dogma con reglas de obligado cumplimiento. Un dogma que ya no se estaría limitando a contrarestar un miedo subjetivo que se conforma con producirse y contarse uno por uno. La experiencia histórica confirma que el dogma, una vez implantado, ya no sabe autolimitarse en lo social. Y recuérdese que Paul Gauguin sería a-social, pero no anti-social.

La corrección elije un miedo, lo reconstruye y lo eleva a costumbre. Se trata de acostumbrar las nuevas formas del miedo. La novedad de este miedo actualizado (una sociedad abierta aspiraba a una sociedad sin miedos) es que ya no necesita elevarse a miedo público para imponerse ni reclama que se legisle lo permitido ni una policía que lo vigile. A la inversa, una suma indeterminada de individuos aislados imponen sus miedos privados a ningún espacio publico. Así se sustituye una subjetividad lenta por un individualismo hiperactivo. El actor del neoliberalismo reclama e impone una superioridad moral que estima evidente porque coincide con la del discurso capitalista.

Los halcones de la nueva moral no reconocen la existencia de este miedo, solo reconocen la necesidad de la corrección: de modo que, “correcto es lo que no puede ser de otra manera”. “Y no va a serlo porque sería incorrecto”.

Las palomas lo presentan de otro modo: Todos y todas, para ser correctos, deberíamos tener/temer los mismos miedos. Pero comparten con los halcones la falacia: mi miedo es el mismo de todos y de todas.

Y esto es lo que hay.

Ahora bien, las obras de arte que se produzcan aceptando estos principios se verán obligadas a soportar el peso de la ideología que ahora les da alas. Lo que los artistas deben saber es que ese “ahora” durará cada vez menos. La ideología neocapitalista, que es tan utópica como cualquier otra, acortará progresivamente los vuelos del arte hasta confundirlo por completo, hasta que el arte, incorrecto por definición, no se reconozca. Y voila! Misión cumplida.

Hay demasiados misioneros y misioneras en el entorno del arte.

EB 1-10-22