Escultura chata nº 1
Una superficie que se extiende horizontalmente, un bulto que se tiende cuan largo es sobre el suelo, no serían una escultura chata ni esta Escultura chata nº 1. Pero el encuentro de estas dos imágenes, que salen de un deseo de hacer esculturas, sí se dan en esta escultura.
La superficie que se extiende horizontalmente es una lámina de pizarra (esquisto), una de cuyas caras presenta una superficie continua que llama a ser acariciada. El bulto es un bloque bajo, una losa de mármol de Macael (Almería) de 3 cms. de altura. Sobre esta losa, como la figura sobre la peana, se posa la lámina de pizarra al modo de la estatuaria antigua.
Para los escultores de las Vanguardias la peana se redujo a convención. Pero la convención no convive bien con la verdad que exige la escultura. El llamado Síndrome de Urano engloba muchas de las respuestas que la escultura como saber ha tenido que preguntarse. Preguntas diversas pero todas para dar respuesta a una misma aversión a la verticalidad. De la curación (el corte de los genitales de Urano) unos esperaban la definitiva esterilización de la escultura. Pero otros esperaron a que la dispersión de la sangre del dios fertilizara un número abierto de nuevos modos de la escultura. A esta segunda opción se debe el levantamiento de Escultura chata nº 1.
La lámina de pizarra (figura) llegó a postularse como superficie sin figura. La losa de mármol recibió la lámina pero no iba a limitarse a sostener la lámina pasivamente. De modo que del encuentro contingente y aleatorio, táctil (que no visual), plástico y analógico, se hizo la escultura. ¿Pero cómo? La solución llegó por la vía de la talla. La lámina de pizarra se hundiría en la losa de mármol hasta quedarse a ras de la cara superior de la losa. Pero la talla buscó su fin, y la lámina de pizarra se fue hundiendo en la losa. Hasta que se invirtieron las dimensiones habituales. Lo que antes hacía de peana es lo que en esta obra da las tres medidas preceptivas de la escultura. Sin derribar lo que antes era figura. Porque esta inversión no es un gesto. Se ha hecho con el propio y radical hacerse de la escultura. Porque de la figura y de la peana ya no quedó ni rastro. Pero la escultura siguió haciéndose. Y la lámina de pizarra no se ausenta ni se oculta, se ofrece a la vista; pero sobre todo al tacto. Y a los ciegos, pues nadie sabe tan bien como las personas privadas de la vista que todo es escultura (OMNIA SIGNA SUNT).
Quizá ayude a entender esta Escultura chata nº 1 que de la sangre de los genitales segados de Urano nacieron multitud de otros dioses. Y que los humanos no nos resistimos a tocar un dios en vivo si hay la ocasión. Cierto que esto depende de que aparezcan sus signos. La tarea de la escultura.
EB. 2019