Náyade I de la Puebla de Pedraza

2012

Esta Náyade, de la Puebla de Pedraza, en la provincia española de Segovia, es la primera que hemos podido descubrir, fijar y fotografiar. Tras ésta vendrá una larga serie de esculturas en mármol, de las que daremos cuenta señalando los puntos de la geografía donde aparezcan. Hacemos las Náyades para cumplir nuestro deseo de darles forma, porque para nosotros son fuentes de tranquilidad, y debido al convencimiento de que las Náyades son verosímiles.

Las Náyades son Ninfas. Las Ninfas (Nymphai) son multitud.

El deseo de nombrarlas corre parejo a la posibilidad de darles una forma perenne en cada caso y lugar. Ningún fenómeno expresa tan bien la ausencia de un Todo como este de las Ninfas. En efecto, nada merece tanto la desconfianza de los Gobiernos del arte como estas “manifestaciones naturales de lo real” (cfr. “Grabaciones” F-MSR. Vol. XII, páginas 37 y 38).

Ulises, el más humano de los héroes, no se queja sin motivo de lo variable de las apariencias. Estando ya en su tierra, suplica a Minerva que le de alguna prueba de que realmente está en  Itaca. Sin embargo, la desconfianza de Ulises no merece las justificaciones de la benévola y maternal Minerva, pues si Ulises teme a la naturaleza variable de las cosas, es porque no ha visto en la naturaleza otra cosa que materia susceptible de ser dominada. Una interpretación que le obliga a entenderla como algo exterior, algo que está por fuera de él mismo. Una interpretación que le lleva a entender su propia travesía vital como un calvario. De ahí la amnesia de Ulises (un momento antes de abrirle los ojos), un mal que Minerva trata señalando el puerto de Forcis y el monte Nerito, coronado de olivos. Pero, sobre todo, la gruta donde el propio Ulises sacrificó en otro tiempo hecatombes “perfectas” a las Náyades. La necesidad de especificar la perfección del sacrificio expresa el fracaso de la religión cuando deja de ser plural. Cuando la religión, convertida en creencia, solo puede dar cuenta de la perfección de la creencia misma, aquella que está ahogando precisamente la existencia natural de la Náyades. Náyades en las que Ulises ya no puede creer al final de su travesía. Un caso bien ilustrativo de que la función de las creencias no es otra que abrir insensiblemente las puertas de la nada a los que sucumben a la tentación de creer, la más nefasta de todas, la peor de las trampas. De ahí, probablemente, la condescendencia de Minerva. Sin que con esta explicación exculpemos  la hipocresía de Ulises ni que nuestro proyecto renuncie a la disolución del Todo.

De la disoluta existencia de la Náyades esperamos ejemplo, normas nuevas para una nueva ética pagana liberadora de las formas. De las formas que, apareciendo por partes, nos devuelvan el sentir de la naturaleza, que no el sentido de la existencia. El saber inocente de las Náyades, de las Náyades que corren como las aguas, por partes y según las razones de cada parte de agua. Y no esta brutal inocencia de tantos de nuestros congéneres actuales, tan astutos como nuestro Ulises, pero tan perdidos.

Haremos que el arte de hacer esculturas valga para dar cuenta de la verosimilitud de las Náyades.

EB. 2013.

 

Nereida I, 2013

Nereida I, 2013