54 dibujos para el Tao Te Ching de José Ramón Álvarez

Tao Te Ching

Esta serie de dibujos ilustra los 54 capítulos de la nueva traducción al castellano del Tao Te Ching. El traductor, José Ramón Álvarez, uno de los mayores expertos mundiales en Taoísmo, ha partido en esta ocasión de la versión moderna del filólogo Yen Lingfong (1904-1999).

Para realizar estos dibujos busqué la manera de acercarme lo más posible a los criterios del traductor. José Ramón Álvarez no reduce su trabajo a ciencia. Muy al contrario, convierte esta nueva traducción en una guía taoista al Taoísmo. Así, el lector de la traducción (en este caso el ilustrador) ni sintió que, en tanto experto, el traductor del Tao se excluía de las dificultades de comprensión que presenta al individuo occidental, ni sintió que en tanto lector era reducido a mero receptor de unos conocimientos inalcanzables. Y es que José Ramón Álvarez insiste tanto en la actualidad como en el valor de uso sapiencial del Tao Te Ching: «Si logramos armonizar los aspectos Yin y Yang, y estamos preparados siempre para aceptar su aparición desde el mundo del No-ser al mundo de Ser, habremos roto las cadenas de nuestros miedos y preocupaciones y viviremos todo con la serenidad y armonía de la sabiduría del que vive en el Tao».

Para que yo pudiera producir unas ilustraciones taoístas, lo primero era leer atentamente a José Ramón Álvarez, asimilar las diferencias que va poniendo de manifiesto entre el modo de ver oriental y el occidental. Sabía que cualquiera solución gráfica orientalista hubiera reducido las ilustraciones a meros efectos perceptivos, a mera apariencia. Se trataba de buscar una solución que diera cuenta, o mejor, que ya fuera en sí misma una expresión taoista. Pensé que si la imagen del Yin y del Yan sintetiza tan precisamente el pensamiento taoista, es porque antes lo hace topológicamente. De modo que indagando en la imagen, sin renunciar a mi sensibilidad ni a los medios de mi propia tradición, encontré este doblez “un aspecto Yin con otro Yan”, en un juego de líneas y superficies cercadas y coloreadas por el devenir de unas líneas “contrarias o complementarias de la vida” (la vida del lápiz que dura el tiempo que pasa sobre el papel) que además de cumplir unas reglas invisibles pero bien fijadas, se entretenían errando por el papel. Comprendí que se trataba de dibujar la finitud y la infinitud sin forzar el radio que la mano, ligada al juego articulado del brazo, alcanza sobre un trozo dado de papel, sobre una mesa y con unos simples lápices de colores. Dos caras que, en efecto, se solucionaban respectivamente, sin trascender nada. Un trabajo tan divertido que daba risa, un juego tan serio que me hacía saber “ahora es”, “ahora no es”, “ahora es”, “ahora no es”. Y así, hasta 54 veces.

EB.

28-11-16