Burujos de escultura

FMSR Nº 3563

Cada burujo tendrá su autor, aunque con el paso del tiempo no se les podrá atribuir una autoría a estas obras con las debidas garantías científicas. Sin certezas los nombres bailan en la cuerda floja de sus respectivos sentidos, y cáen finalmente al suelo donde se despanzurran las relaciones que hacían creíble el encuentro del burujo, el nombre de cada obra y su autor. ¿Por qué no decimos que no tienen autor, no sería más facil? No porque la acción y cada resultado, cada burujo, son el producto de un pensamiento, y no habiendo ser pensante, uno que habla, no podría haber acción ni su resultado: en este caso los burujos.

En el Burujo II, por ejemplo, consistió en arrugar el altar de Pérgamo junto a otras esculturas importantes de la Antigüedad. Tiene autor porque todo pensamiento produce un sentido, sea el que sea. Lo que el pensamiento no sabe es que nunca (jamais) podrá reducir el azar a las razones de su sentido, que es lo que nos enseñó Mallarmé. Desde entonces sabemos que todo pensamiento que se de al juego pierde su sentido primero. Sin sentido apenas si es la marca de su acción. Sí pero estamos queriendo definir estas obras, volcarlas y salvarlas de la papelera. El Estagirita lo advierte con meridiana claridad: «Menester es que sean indefinidas las causas de lo que sucede al azar». De modo que sin definiciones no tendríamos otra cosa que contenidos de papelera. Esto es lo que debió querer decir Museo (reconocido como habilísimo productor de dogmas) al autor cuando le advirtió que en breve ya no tendría papeleras donde tirar los envíos que se empeñaba en hacerle llegar, con lo que éste, sin atusarse el bigote (porque no era su costumbre), le estaba señalando la obsolescencia del papel y la absoluta necesidad para el progreso del arte que el arte progresista no dejara de navegar en la actualidad. Si a las papeleras, que hasta ahora eran objetos tan útiles, se les quita el suelo, ¿a dónde van a parar? En el mejor de los casos van a refundirse en el material de las que estaban hechas y desaparecer. En el peor a transformarse en basura. La magia de las ideas radica aquí. Todo da en formas que se suceden unas a otras. En el espacio va bien. El problema surge cuando salen de los cuerpos de las cosas.

Es el caso de los burujos, del deseo de arrugar las superficies, de plegar las imágenes, de generar un bulto donde antes solo había una superficie cubierta de significantes. Lo problemático, en efecto, es el burujo, no la papelera. El burujo en el suelo. De lo que se deduce una verdad incómoda: que pueden haber burujos sin Museo, pero no Museos sin burujos.

EB. 17- 07-25

Burujos I

Burujos II