Extraviar la escultura
Mª Antonia de Castro
Es habitual en la forma de trabajo de Evaristo Bellotti su inmersión en un núcleo determinado de cuestiones y problemáticas escultóricas que va dando lugar a un conjunto de obras agrupadas en series. Cada una de las series se presenta, por tanto, como desarrollo de una exploración entre las posibilidades plásticas que ofrece la escultura a partir del nuevo horizonte abierto por las vanguardias. Fue con aquella gran revolución, que deshizo la consistencia cerrada de la masa matérica en líneas y superficies desplegadas en el aire, con la que el espacio empezó a ejercer un decisivo protagonismo en la configuración de las formas escultóricas. El espacio dejaba su cometido como mero elemento envolvente del volumen escultórico para convertirse en un verdadero dispositivo plástico a cuyo través las formas y los volúmenes –las líneas y las superficies– se revelaban. Un nuevo dominio de la espacialidad quedaba abierto para el futuro de la escultura.
La disgregación espacial de la materia compacta –aportada por la escultura de Picasso o de Julio González– trajo consigo otro cambio de calado, la precariedad como factor sustancial de una escultura sometida, a partir de entonces, al albur de la eventualidad y de la contingencia. Aquella ampliación de la perspectiva desde la que se hacía posible una nueva visión y un nuevo concepto de la escultura es el punto de partida de estas Fracciones. En ellas Evaristo Bellotti explora las posibilidades plásticas que pueden habitar en la escultura –entre los materiales y el espacio– cuando se pone a prueba un campo de tensiones in extremis determinado por la incertidumbre y la imprevisión.
Vadear un territorio tan arriesgado exige al artista la preexistencia de una reflexión sobre los desarrollos plásticos que puede alcanzar la escultura desde un planteamiento conceptual de lo que la escultura es y de lo que puede ser. Aquí llegados, vale añadir que el escultor Bellotti parte de una premisa teórica elaborada en su viaje iniciático hacia la escultura monda y lironda, es decir, hacia la escultura sin condiciones de estilo, cronología o procedencia. Ya nos había anunciado en otras ocasiones cual era el resultado paradójico de su iniciación: “La escultura es una esfera deformada”. Dado que el paradigma de la escultura es la esfera, una inalcanzable figura perfecta, la escultura sólo se hace posible a partir de esa imposibilidad: “Al escultor sólo le cabe trabajar en el error”. Dicho de otra manera, trabajar en y con la idea del extravío en relación al centro preciso y uno que rige la forma esférica. En el caso de las Fracciones, el extravío con respecto a la figura perfecta se convierte en sistema de actuación. La serie de las Fracciones que aquí se presenta desarrolla un ejercicio de deconstrucción y construcción con resultado desconocido al encuentro de los inesperados resultados que sobrevendrán tras arriesgar a la escultura a explorar su horizonte entre el azar y la necesidad, las variables y las constantes de las formas.
El trabajo de elaboración de estas obras se ofrece como un ensayo sin proyecto y cada una de las piezas como una posibilidad plástica de la escultura cuando ésta es sometida a la presión de la aleatoriedad y el accidente. En ellas, el tiempo, esa constante que aparece en toda la producción de Bellotti, se materializa con extrema nitidez. De manera que de ellas podría decirse, a mi entender, que son la forma plástica del devenir más nítida de las construidas hasta ahora por Evaristo, o, tal vez mejor, la de-forma plástica de la improvisación y la peripecia, del error, que mencionaba él como posibilidad extraviada de hacer escultura.
Bellotti ha partido de la idea de la fracción –un término matemático– y ha elegido como material de trabajo trozos rotos de vidrio, cerámica, papel, cartón, etc… Eso supone una focalización hacia un tipo de fragmentos determinados, no hacia cualquier género de fragmento. El material de trabajo está formado pues, por las fracciones resultantes de la rotura de materiales que, como el vidrio, son susceptibles de quebrarse de manera aleatoria. (El vidrio, es un sólido de carácter amorfo, resultante de la fusión a alta temperatura de arena de sílice, carbonato de sodio y caliza. El cristal presenta una composición molecular opuesta a la del vidrio, sus átomos e iones están organizados de forma simétrica en redes elementales formando una estructura cristalina, un cristal tiene la misma forma que la estructura cristalina que lo conforma, de manera que, cuando quiebra, las fracciones conservan la misma regularidad geométrica de su estructura cristalina.) Ello impone, ya de partida, un condicionante significado por un grado de irregularidad en las fracciones con las que se van a crear unas formas nuevas. Pero, dado que las fracciones que enfrenta el escultor en este trabajo proceden de utensilios –platos, vasos, jarrones, botellas, copas, cajas de huevos, bombillas…– pensados y elaborados para cumplir una función, algunas de las formas de esas fracciones poseen también ciertos caracteres constantes, resultantes del orden formal aplicado para el cumplimiento de la función X a la que estaban destinados (mismo espesor, constante concavidad o convexidad de las superficies, repetición de formas dadas, etc.) En el trabajo de selección previa Evaristo agrupa, para la realización de cada una de las esculturas, las fracciones procedentes de una misma tipología de utensilios. Así que, por un lado, el material de trabajo presenta grados de aleatoriedad y grados de regularidad y repetición. La puesta a prueba de la escultura para generar formas en el espacio a partir de la tensa precariedad de los materiales elegidos, va a tener lugar en la siguiente fase, la actividad de pegado de las fracciones.
Como trabajo experimental que es, el proceso de pegado de las fracciones, requiere de un cierto método. Cada nueva pieza se va configurando con las fracciones desgajadas de manera aleatoria tras el accidente de rotura y segmentación de uno o varios utensilios de iguales características, todos ellos productos industriales o artesanales susceptibles de ser fabricados en serie y, por tanto, repetibles. Ese material heterogéneo, una vez clasificado y agrupadas las fracciones que pertenecen a uno o varios utensilios repetibles ofrece unas constantes formales y matéricas, pero también una irregularidad inherente a su carácter de material amorfo quebrado –tanto en el caso del vidrio como en el de la cerámica, o el cartón–. Hasta aquí el método seguido por Bellotti se ha atenido a una ordenación del material. Pero, cuando las piezas empiezan a pegarse unas a otras, Evaristo introduce la máxima aleatoriedad posible en la selección de las piezas, aquella que permite a las fracciones encajar entre sí lo suficiente como para poder pegarse, pero que, al tiempo, las deja desarrollarse en el espacio de la manera más irregular y desordenada. (Cabe anotar que, si el espacio es uno de los dos elementos generadores de estas Fracciones, el utensilio contenedor, del que formaban parte las fracciones, se había elaborado en torno a la idea del hueco.) Es en esta elección de la aleatoriedad, como método de selección de las piezas que se van adhiriendo una a otras, cuando más patente se hace la acción que el principio del extravío tiene sobre la forma total de la escultura.
Surge en ese momento del proceso creativo una reflexión en torno a varias tensiones de orden conceptual y escultórico; porque construir a partir de las fracciones resultantes de la destrucción de un objeto ordenado previamente conforme a la ley impuesta por su funcionalidad ¿no asigna ya de antemano algún género de orden? y el resultado de pegar fracciones contra toda ley ¿estará libre de regularidad y de constantes?
Las piezas resultantes, las Fracciones, son a la vez un enunciado de las preguntas y una concreción formal de las posibles respuestas. Las copas de balón dan lugar a paradójicas esferas informes, que albergan en su interior formaciones inaccesibles. Las copas de agua procrean artefactos imposibles de concebir mentalmente e inasequibles de percibir en todas sus dimensiones, aunque el material transparente que las conforma, parecía facilitar ambas tareas. Los platos rotos generan de-construcciones geométricas en las que se muestran invertidos el haz y el envés de las fracciones, configurando contorsiones inimaginables de líneas, planos y colores….
Así que, de la accidentalidad del material, de la aleatoriedad del método creativo y de la imprevisibilidad de las formas resultantes, derivan unas esculturas que se presentan como apoteosis de la capacidad de la escultura para autogenerarse a partir de la precariedad más radical.
Pero la tendencia al ordenamiento que ofrecen las formas es pertinaz y parece querer jugar en contra del método y de la voluntad del escultor. Las antiguas formas de los utensilios rotos imponen los ángulos de encuentro, las líneas de pegado, asignan la configuración redonda de su superficie sobre la nueva copa tarada, inútil para verter, contener y beber vino, pero redonda. Las formas mantienen tozudas su complexión cóncava-convexa, rotas todas las simetrías, configuran una escultura en cuya forma general se mantienen las líneas esenciales que delatan su naturaleza esférica, no importa que sus pies de copa se lancen excéntricos al aire como orejas de gremlin a la escucha de alguna conversación, aunque ahora sea su mundo interior el que resuena en la campana y se transmite por el pie de la copa a quien quiera escucharla. El jarrón no podrá contener el agua que mantiene las flores frescas, pero sus formas disparatas, burladoras de la gravedad, con sus dibujos tallados en el cristal bien podrían presentarse como flores vítreas desarrollando complacidas la magnífica simetría de sus pétalos y estambres en ese obstinado sacrificio de simetrías que Evaristo Bellotti desencadena. Es cierto que, después de la catástrofe, ya no se trata de reconocer formas ni funciones de aquella anterior vida útil que tuvieron los cacharros de vidrio, cerámica o cartón, sino de observar que de la ruptura de un orden surgen otros órdenes, incluso, aunque, en el precario proceso de construcción haya mediado la aleatoriedad como sistema. Este nuevo orden que construyen las Fracciones está más próximo de la fluctuante naturaleza orgánica del mundo animal, que de la sustancia homogénea o de la cristalización geométrica del mundo mineral. Como los organismos vivos, estas esculturas parecen haberse generado por interacciones constructivas internas y autónomas, de modo que, su estructura parece no venir impuesta por la fuerza de ninguna acción exterior.
No es la primera vez que Bellotti utiliza los recursos plásticos, estéticos y psicológicos del fragmento, no como parte incompleta que reclama y apela al todo, sino como deficiencia que provoca más y mayores sugerencias que aquella totalidad de la que han sido expulsadas. En el reverso de la aspiración a la totalidad, como paradigma de la belleza y de la plenitud, las Fracciones activan la posibilidad de la escultura para auto-generarse a partir de incontables errores. Surgidas a semejanza de los regulares cataclismos que ordenan la existencia de lo vivo desde lo inmemorial, las Fracciones testimonian, sin embargo, una era diferente, una era que transita entre nociones de precariedad, insignificancia, tránsito, multiplicidad, inestabilidad, imperfección, imprevisibilidad, inmediatez…, con su ligereza y su miedo a cuestas.
Como de-construcciones, como productos del error, las Fracciones diluyen también su centro de gravedad, que se desliza ahora de un lugar a otro; de manera que muchas de estas fracciones no poseen un único punto de apoyo, sino varios, todos ellos válidos, y sobre cada uno de ellos se configura una variante del artefacto. Como concreciones de unas ciertas opciones plásticas, las Fracciones dejan abiertas y hacen visibles las múltiples posibilidades desechadas, pero posibles. Son lo que muestran, pero muestran que podrían ser otras tantas mil… Esta conclusión nos acerca a una de las terminales de una espiral que se inicia con la multiplicación accidental de un objeto de uso en sus fracciones, y termina con la apertura de las Fracciones hacia la infinitud de las variantes plásticas de la escultura.