Ojos del mono en escena o visión del aduanero ROUSSEAU en una selva de madera

No hay nada detrás de las hojas ni de los ojos, todo lo que ves en el escenario es forma, naturaleza tallada por un ebanista que evoca el bosque tropical de donde procede la madera en las que están labradas. Si le atribuyes a los ojos de las hojas de las plantas inteligencias que son exclusivas de los humanos, debes saber, espectador, que no son más que proyecciones de la manía profundamente autoritaria de antropoformarlo todo. Manía que tiene un lado banal del que no sé si tu participas, pero sí sé que no es nada inocente cuando esta manía formalista se pone al servicio de la cancelación de la especificidad humana, justo lo que esa psicología, el síndrome de Argo, te hace mal ver. No eres tú quien necesita esa indistinción para relacionarte con el resto de los seres vivos, es el aparato el que te necesita en modo biológico. Si te entregas a las reglas que el aparato le propone a tu psique en sustitución de los términos inmemoriales en los que todavía manejas las imágenes, te limitarás a proyectar las ideas que el aparato te propone como interpretación de lo que estás viendo, empezarás a identificarte con lo que ves y terminarás no sabiendo pensar por tu cuenta esta escultura ni lo que encuentres a tu paso, al contrario de los antiguos cazadores. Por esto el aparato detesta tanto a los cazadores. No hay nada detrás de esos ojos. Tu no eres esos ojos. Tu miras.

EB 9-6-24